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El dia 15 del florido mes de Mayo del a?o de gracia de 1872, y apénas la aurora asomaba en el oriente su bello rostro, una jovencita, no ménos linda que aquélla, abria la peque?a ventana de una buhardilla, situada sobre el tejado de una hermosa casa que ocupa el número 40 de la espléndida calle de Alcalá.
Algunas de vosotras, lectoras mias, no sabréis acaso cómo son las buhardillas de Madrid: exteriormente tienen la forma de una caja de muerto, colocada sobre el tejado: tantas buhardillas, tantos ataudes que rematan en una ventana peque?a y guarecida de vidrios.
El interior es algunas veces hediondo y triste: esto sucede cuando las habita la miseria: mas si es la pobreza la que se aposenta en ellas, entónces son alegres, risue?as, aseadas, y en cada ventana hay una ó más macetas de flores y hierbas de olor.
Porque entre la pobreza que cuenta con lo necesario, y la miseria que de todo carece, hay un abismo.
La buhardilla á cuya ventana se habia asomado la jovencita tenía en el exterior un aspecto alegre: dos macetas de barro encarnado hacian centinela á la ventanita, y contenian: la una, un alelí cuajado de flores encarnadas, y la otra, una frondosa mata de sándalo: en las vidrieras se veian cortinillas de muselina blanca cogidas con unos lacitos de cinta rosa.
La jóven asomó su bella cabeza, peinada ya, rosada y alegre: dos gruesas trenzas de cabellos casta?os se enlazaban en un ancho rodete en aquella cabeza llena de animacion y de gracia: el cabello de las sienes se levantaba naturalmente ondeado, y sus ojos casta?os, con largas pesta?as negras, recorrian el sereno horizonte que puro y sin nubes, presagiaba un dia sereno y radiante.
--Pero, hija, ?ya te has levantado?--preguntó desde el interior de la habitacion una voz femenina.
--?Sí, ya estoy peinada, madre! Vamos, vístase usted para marcharnos, que voy á llamar á la se?orita Julia: aunque ella irá á las ocho en el coche con el se?or Marqués, me dijo que la llamase temprano.
La jóven dejó la ventana abierta, salió de la buhardilla y bajó corriendo cuatro pisos, hasta llegar á la magnífica puerta del principal; llamó y un criado vino á preguntar quién era.
--Diga V. á la doncella de la se?orita que la llame para ir á San Isidro,--dijo la muchacha,--tiene que ponerse un vestido nuevo y necesita tiempo, segun me dijo anoche.