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Habia, segun me ha contado una anciana amiga mia, una mujer, tan dichosa, al parecer, que todos la envidiaban; tenía una fortuna más que regular, un esposo que la adoraba, hijos hermosos y llenos de promesas, amigos fieles y cari?osos; y sin embargo de todo esto, se tenía algunas veces por desgraciada; el alma, como el cuerpo, tiene sus desfallecim
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