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El dilema es claro y cualquiera espíritu sano lo puede resolver sin dificultad.
Puesto que el hombre no está jamas en su casa, nunca como ahora ha sido la casa el lugar que debe ocupar la mujer.
Puesto que la mujer hace falta en la casa y no fuera, lo lógico es que se la eduque para la casa y que se la ense?e, no sólo lo necesario para dirigi
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