Era una hermosa tarde.
Moria el sol tras un alto monte, cuya falda se hallaba cubierta de verdor: grandes pinos y álamos gigantes crecian allí hacía muchos a?os, con la libertad que sólo es una verdad en la naturaleza: un arroyo murmuraba entre los árboles, y extendia su ancha cinta de plata entre una doble guirnalda de flores.
Todo amaba en
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