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Imitemos á Jesus, ?oh mujeres cristianas! á Jesus, que no llevaba el azote en la mano, sino la miel en los labios.
él no culpaba: aconsejaba y redimia de la culpa.
Era piadoso y benigno para todos: era el supremo consolador de cuantos se le acercaban.
Ya que los hombres no sepan imitar al divino modelo, imitémosle las mujeres.
La verdad
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