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Era la víspera del casamiento: Clara habia madrugado, y venía de su casita de la aldea trayendo en la mano una canastilla llena de frutos y flores; reinaba estío, y la naturaleza ofrecia sus más ricos dones: en un lecho de rosas y de claveles venian colocados los delicados frutos que más apetecia Eduardo, y que pocas veces le permitian probar á cau
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