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*Adam*
¿Por qué demonios no puedo dejar de mirarla? ¿Es por que no veo una mujer hace mucho tiempo? Sus voraces ojos me miran con dulzura y dureza al mismo tiempo, me pierdo por completo en ellos, en esos ojos color ámbar, tan extraños, exuberantes.
De repente parece caer en la realidad y frunce el ceño como recordando lo enojada que estaba conmigo, me dan ganas de suavizar esa pequeña V que se forma en la unión de sus ojos.
Como disfruto hacerla enojar, es como un experimento, no sabes cuán lejos puede llegar pero vale la pena tomar el riesgo. Su temperamento era como el interruptor de una bomba, interruptor que yo controlaba, solo que no sabía que tan fuerte iba a explotar esta bomba, era tan volátil.
Me recordaba tanto a alguien...
¿Quién demonios eres Lhea? Esta joven tan voluble, era un completo enigma para mí. Iba contra toda lógica, ya que la mayoría de la humanidad estaba muerta o convertidas en esas cosas, sin embargo ella era más que cualquier mujer que haya visto, incluso antes de toda esta mierda. Parecía tan madura y tan llena de secretos. Lo que más me llamaba la atención, era que no podía leerla como a la mayoría de las personas. Pero si tenía algo en claro, está mujer alzaba un muro a su alrededor, igual que yo. Muro, para protegernos de toda esta mierda.
La curiosidad por saber más sobre aquella pequeña caja de pandora, podía más que cualquier otra cosa.
-¿Quién eres Lhea? –dije con mi voz un poco ronca. Su mirada parecía penetrar en mi interior, parecía capaz de romper cualquier barrera.
-No lo sé, y tú, Adam, ¿quién eres? –pregunto, y al fin pude divisar una emoción en sus ojos: dolor, puro dolor.
-Yo solo soy un cordero perdido y descarriado.-dije con la mayor sinceridad que pude.
Una risita se escapó de sus labios, automáticamente sonreí yo también. Que sonido más hermoso.
-Eso no suena para nada a ti, créeme Adam.- se sentía como la tensión que antes había, se dispersaba, dando lugar a la comodidad y calma.
Una tos forzada sonó a mis espaldas. Al darme vuelta vi a un alto joven rubio, su cara estaba desfigurada, ensanchaba sus hombros y levantaba su barbilla, parecía querer intimidarme. Que equivocado que estaba. Seguro era su amigo. Así que un desafío nuevo ¿eh? Lenta y meticulosamente me fui levantando de mi lugar, desplegando poco a poco mis hombros, todo un procedimiento, que estaba acostumbrado a hacer.
-Eem, Adam este es Cameron, Cam este es Adam. Es una larga historia.- trata de explicar Lhea, su voz suena diminuta e incomoda.
-Así que tú eres el que tiene el honor de soportar el voluble carácter de chispita.- digo mientras alzo mi cabeza un poco más, en ningún momento pierdo el contacto visual.
-¿Chispita?- suelta un bufido, mientras dice sarcásticamente.- ¿Así que ahora eres chispita? Te dejo sola por dos segundos y te vas por ahí, a buscar a algún desconocido, maldición Lhea.- hablaba mientras miraba a Lhea, quien paso de la cara de incertidumbre a la de enojo, puro enojo. No podía aguantar ni un segundo más la sonrisa que peleaba por salir de mis labios. Me encanta lo volátil que se puede volver, más aun con ese maldito idiota.
-Cameron no seas idiota, cállate.- dijo, su voz era suave pero peligrosa, demasiado.- escúchame bien, se defenderme sola, y tú deja de reírte o te bajaré tus dientes. Paren ya con su lucha detestable, esto no es un concurso de meadas. Y no es una jodida petición.- refunfuñó mientras daba la vuelta y seguía su camino.
Tanto el perrito faldero como yo, quedamos pasmados, con los ojos y bocas abiertas. Sin pensármelo dos veces, la seguí. La estúpida sonrisa que recorría mis labios, nadie me la quitaría, no la cambiaba por nada. Me fascinaba tanto su temperamento, tan pequeña pero tan explosiva, no podía explicar cómo podía entrar tanta furia en un cuerpito tan pequeño. Caminaba tan decidida que causaba gracia, paso tras paso, parecía querer romper el suelo.
Lo voy a admitir, no era fácil ignorar su complexión, poseía un cuerpo de reloj de arena y su largo pelo color miel llegaba hasta sus anchas caderas. Lo difícil, era dejar de mirarla.
Malditos tres meses de abstinencia, pero que podía hacer yo ¿Alzarme a un jodido zombi? ¿Llevarle carne fresca de regalo en lugar de flores? La necrofilia no era lo mío.
Su perrito faldero nos seguía, bien ganado tenía su apodo, me caía tan jodidamente mal, era el tipo de persona que más odiaba, de esas con las que no podías mantener una conversación por más de dos minutos. El bosque terminó y junto con el todos mis errantes pensamientos. Al lado de la vieja carretera un Charger 69 se encontraba estacionado ¿Ahí Vivían? ¿Qué tanta mierda tuvieron que pasar? El solo pensar eso me apenaba, ellos eran solo dos cuasi adolescentes abandonados.
Sin darme tiempo a preguntar nada, la pequeña cosa enojada entro en el auto y lo trabó. Con los nudillos suavemente le golpeé la ventana, estaba tan encaprichada, los brazos cruzados sobre el pecho, mirando adelante, hacia un punto inexistente, parecía el berrinche de una pequeña niña. Me resigne y me fui a sentar, cansado de soportar sus ciento un humores. Realmente esa muchacha era una montaña rusa, una que realmente me gustaría probar.