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Unos aplausos a mi espalda llamaron mi atención, una sonrisa se dibujaba en mis labios mientras miraba sobre mi hombro, reconocía la voz. Cam...
-Veo por qué te gustan tanto tus juguetitos, los manejas perfecto Lhea.- dijo mientras se apoyaba en la puerta. Con un leve tirón saque mis espadas, levante mis brazos y las guarde en donde nunca debían faltar. Gire completamente guiñándole un ojo.
-No tienes idea de lo que soy capaz de hacer, pequeño.-Punto en contra, porque de pequeño Cam no tenía absolutamente nada. Sus amplios hombros tapaban mi visión, su cabello y su atlético cuerpo, en su tiempo, hacían suspirar a todas las chicas, menos a mí, nunca lo vi de otro manera.-Pásame la mochila, idiota. Esta por oscurecer.-dije mientras que con mi codo golpeaba una de sus costillas. Reacciono dramáticamente haciendo una falsa cara adolorida, ofendido me paso la mochila. Era imposible aburrirse con Cam. Agarre la mochila y me dirigí por los pasillos, góndola por góndola, recogiendo lo necesario. Gasas, agua oxigenada, calmantes, elementos de higiene, acondicionador para Cam, gasas, mas gasas. Siempre se las necesitaba. Tome todo rápidamente, ya que pronto oscurecería y no sería nada fácil salir de aquí.
Un disparo, dos. Luego un estremecedor grito. Desesperadamente salí, no miré si venia Cameron porque era obvio que me seguía.
En medio de un callejón que unía dos edificios, un hombre yacía en piso, tratando de luchar contra un cambiante, cambiante que ya se encontraba devorándole una de sus piernas. Esa podrida cosa desgarraba y tiraba de la piel, tendones y carne, se estaba haciendo un festín. Desenfunde una de mis espadas, empuje la punta afilada en el cráneo del cambiante, soltó un último gemido y murió verdaderamente, al fin, le había dado la muerte verdadera.
Mi respiración subió su ritmo y me encontraba agitada, no por el desgaste físico, sino que sentía miedo, miedo de en lo que me estaba convirtiendo. Yo era una asesina y no dudaba dos veces antes de matar. Los gritos desgarradores de aquel hombre me distrajeron de mi propio debate ético-moral.
Cam se encontraba a su lado, sosteniendo su mano, tratando de calmarlo, Ambos sabíamos que era demasiado tarde. Nuestras miradas se encontraron, sabía bien lo que tenía que hacer. De uno de mis muslos, saque mi 45 ACP silenciada, apoye mis dos manos en posición, cerré los ojos y dispare. Directo a su cabeza.
Abrí los ojos y lo vi, en medio de sus dos cejas, un hueco negro rebalsando de sangre y sesos, mi recordatorio de lo que había hecho.
Lagrimas nublaron mi vista. Sentí como Cameron se acercaba, dispuesto a consolarme. Agarro mi cabeza y la apoyo contra su pecho. Susurraba palabras de consuelo y trataba de calmarme, lo malo era que estaba calmada. Las lágrimas salían, estaba asustada, asustada de mi misma.
-Tranquila Lhea, sabes que es lo correcto, es mejor morir que convertirse en un podrido cambiante, lo sabes, hiciste bien cariño.- soltó mientras acariciaba mi cabello.
"Hiciste lo correcto, es mejor morir" me refugie en esas palabras, este sería mi consuelo, pero en el fondo sabía que algo estaba mal conmigo.
Me aparté y con la manga de mi chaqueta limpié fuertemente mis lágrimas. Mire hacia el cielo, estaba anocheciendo y si no salíamos de allí íbamos a tener problemas, serios problemas.
-Cam, es hora de irnos.-recobre mi postura, mi voz sonó grave, más de lo que quería.
Tomó mi mano y salimos corriendo hacia la calle, la noche cada vez estaba más cerca.
Los gemidos inconfundibles se empezaron a escuchar a nuestras espaldas, quise voltearme pero Cam empujo fuerte de mi brazo, tirándome hacia el frente.
-No mires atrás, Lhea. No quieres mirar.- soltó casi gritando mientras seguíamos corriendo.
-Donde demonios dejaste el auto idiota- estaba tan enojada, siempre me hacía perder la cabeza.
Hicimos dos cuadras más hasta llegar al auto, subí rápidamente al asiento de acompañante, agitada y realmente furiosa.
-¿Qué demonios Cam? Pensé que estaba cerca el auto, ¿No puedes hacer nada malditamente bien? Siempre hago la parte difícil, la de matar, gracias a tu ética de marica. Nos mataran si seguimos así, no puedo permitirme el perderte, sabes que eres lo único que tengo.-De la extrema ira pase a la terrible sensación de pérdida. Miré hacia sus ojos, la ternura y compasión reflejada en ellos. Inclino su cabeza hacia el costado y con una mano tomó la mía.
-No vas a perderme, y si algún día muero seguramente será protegiéndote, tu vida y después la mía.-dijo haciendo énfasis en cada palabra. Claro está, que yo nunca dejaría que algo le sucediera. Era gracioso por que no veía una forma en la que él podría defenderme, yo lo defendería hasta morir por que era la única persona que todavía conservaba su humanidad sobre todas las cosas.
El silencio fue interrumpido por unos golpes en el vidrio trasero. Demonios. Cambiantes.
Cam puso la marcha y arranco rápidamente, mire hacia atrás y lo que vi me desoló. Abandonábamos una ciudad nuevamente, ¿siempre iba a ser así?
Condujimos durante bastante tiempo, horas que parecían interminable, el silencio cortaba entre nosotros ninguno quería hablar de lo ocurrido. El miedo seguía latente en mí. Era agotador abandonar un lugar uno tras otro. Siempre tuve la esperanza de encontrar un lugar al que pudiéramos llamar hogar, un lugar seguro. Lo buscamos, sin embargo, nunca lo encontrábamos. Tropezaba con la misma piedra una y otra vez, la vida misma se había encargado de darme muchas lecciones y yo nunca aprendía. Que ilusa, aquí en este mundo, en ninguna parte se estaba a salvo.