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La tensión cortaba como un afilado cuchillo
en aquel momento. Mis ojos no podían apartarse de aquella gélida mirada, lo
desafiaba, lo estaba desafiando a subestimarme, a intentar tocarme un pelo.
Nunca, nadie, se atrevería a subestimarme, no sin luego caminar con el rabo
entre las piernas.
La amable voz de rose resonó entre las
paredes de la habit