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La enfermedad siguió su curso ascendente. Tres días después de la escena que hemos descrito, Do?a Blanca estaba tan mal, que no había esperanza de salvarla.
Su hija y Lucía la habían cuidado, la habían velado con el mayor cari?o y esmero.
Los accesos de delirio se habían renovado con largas intermitencias de postración.
La cabeza de Do?a B