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Esta carta inocente, tan propia de una ni?a de diez y seis a?os, discreta y educada con devoción y recogimiento, gustó mucho al Comendador; pero también le dió no poco que pensar. No entraremos nosotros en el fondo de su alma á escudri?ar sus pensamientos, y nos limitaremos á decir que tomó tres resoluciones, de resultas de aquella lectura.
Fué