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El ni?o ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el ni?o puede hacerse hermoso, aunque sea feo; un ni?o bueno, inteligente y aseado, es siempre hermoso.
Nunca es un ni?o más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el ni?o crece entonces, y parece un gigante: el ni?o nace para caballero, y la ni?a nace para madre.
Los ni?os son los que saben querer; los ni?os son la esperanza del mundo.
Los ni?os saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían.
Para escribir bien de una cosa hay que saber de ellas mucho.
Las ni?as deben saber lo mismo que los ni?os, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo.
Es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas.
Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.
Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía.
Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado.
Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado.
Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país donde nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado.
El ni?o, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado.
El ni?o que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón.
Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para ser dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama.
Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor.
En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz.
Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro.
Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.
Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto.
Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad.
Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.
Un escultor es admirable porque saca una figura de la piedra bruta: pero esos hombres que hacen pueblos son como más que hombres.
La palabra de un hombre es ley.
La fortuna es ciega y favorece a los necios.
La fuerza no sirve para todo.
De los casamientos no se puede decir al principio, sino luego, cuando empiezan las penas de la vida, y se ve si los casados se ayudan y quieren bien, o si son egoístas y cobardes.
Tener talento es tener buen corazón.
Todos los pícaros son tontos.
Los buenos son los que ganan a la larga.
Los hombres son soberbios y no quieren confesar que otro hombre sea más fuerte o más inteligente que ellos.
Son los hombres los que inventan los dioses a su semejanza, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado y las adora en los templos.
El hombre se ve peque?o ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesidad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien en el mundo, y para que no le quite la vida.
Los países no se pueden gobernar por el capricho de un tirano, sino por el acuerdo y respeto de los hombres principales que el pueblo escoge para explicar el modo con que quiere que lo gobiernen.
Los pueblos, lo mismo que los ni?os, necesitan de tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reirse mucho y dar gritos y saltos.
En la vida no se puede hacer todo lo que se quiere, y lo que se va quedando sin hacer sale así de tiempo en tiempo, como una locura.
Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo.
Con la imaginación se ven cosas que no se pueden ver con los ojos.
La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos.
El mundo tiene más jóvenes que viejos.
Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los a?os jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste.
Cada ser humano lleva un ser ideal, lo mismo que cada trozo de mármol contiene en bruto una estatua, tan bella como la que el griego Praxiteles hizo del dios Apolo.
La educación empieza con la vida, y no acaba sino con la muerte.
La mente cambia sin cesar, y se enriquece y perfecciona con los a?os.
Las cualidades esenciales del carácter, lo original y enérgico de cada hombre, se dejan ver desde la infancia en un acto, en una idea, en una mirada.
Todo hombre tiene el deber de cultivar su inteligencia, por respeto a sí propio y al mundo.
Lo general es que el hombre no logre en la vida un bienestar permanente sino después de muchos a?os de esperar con paciencia y de ser bueno, sin cansarse nunca.
El ser bueno da gusto y lo hace a uno fuerte y feliz.
La fuerza del genio no se acaba con la juventud.
Nadie debe morirse mientras pueda servir para algo.
La vida es como todas las cosas, que no debe deshacerlas sino el que puede volverlas a hacer.
Así es la vida, no cabe en ella todo el bien que pudiera uno hacer.
Los ni?os debían juntarse una vez por lo menos a la semana, para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos.
Mejor es morir abrasado por el sol que ir por el mundo, como una piedra viva, con los brazos cruzados.
Los hombres suelen admirar al virtuoso mientras no los avergüenza con su virtud o les estorba las ganancias.
El hombre virtuoso debe ser fuerte de ánimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los demás le ayuden, porque estará siempre solo.
Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar.
Se es bueno porque sí; y porque allá dentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás.
Los hombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros.
Los hombres cada uno cree que sólo lo que él piensa y ve es la verdad.
Todos los hombres tienen la misma pena, y la historia igual, y el mismo amor.
El mundo es un templo hermoso, donde caben en paz los hombres todos de la tierra, porque todos han querido conocer la verdad, y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido y peleado por ser libres, libres en su tierra, libres en el pensamiento.
Es un presumido el que se crea más sabio que la naturaleza.
Los pueblos que se cansan de defenderse llegan a halar, como las bestias, del carro de sus amos.
A los pueblos peque?os les cuesta mucho trabajo vivir.
Con lanzas no se puede pelear contra balas.
La vida no es propiedad del hombre, sino préstamo que le hizo la naturaleza.
Morir no es más que volver a la naturaleza de donde se vino y en la que todo es como hermano del hombre.
No hay gusto mayor, no hay delicia más grande que la vida de un hombre que cumple con su deber, que está lleno alrededor de espinas.
La vida es toda de dolor; y el dolor viene de desear, y para vivir sin dolor es necesario vivir sin deseo.
El hombre no ha de descansar hasta que no entienda todo lo que ve.
Los hombres somos como el león del mundo, y como el caballo de pelear, que no está contento ni se pone hermoso sino cuando huele batalla, y oye ruido de sables y ca?ones.
La mujer es como una flor, y hay que tratarla así, con mucho cuidado y cari?o, porque si la tratan mal, se muere pronto, lo mismo que las flores.
Con el elefante sucede como con las gentes del mundo, que porque tienen hermosura de cara y de cuerpo las cree uno de alma hermosa, sin ver que eso es como los jarrones finos, que no tienen nada dentro, y una vez pueden tener olores preciosos, y otras peste, y otras polvo.
A los ni?os no se les ha de decir más que la verdad, y nadie debe decirles lo que no sepa.
Hay gente loca, y es la que dice que no es verdad sino lo que se ve con los ojos.
Se ha de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar, y hacer que la electricidad, que mata en un rayo, alumbre en la luz.
La vida de tocador no es de hombres.