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La gloria y el triunfo no son más que un estímulo al cumplimiento del deber.
En la vida práctica de las ideas, el poder no es más que el respeto a todas las manifestaciones de la justicia, la voluntad firme ante todos los consejos de la crueldad o del orgullo.
Cuando el acatamiento a la justicia desaparece, y el cumplimiento del deber se desconoce, infamia envuelve el triunfo y la gloria, vida insensata y odiosa vive el poder.
Si la libertad de la tiranía es tremenda, la tiranía de la libertad repugna, estremece, espanta.
La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre.
No se va tranquilo ni seguro por sendas de remordimientos y opresiones.
No ha de ser respetada voluntad que comprima otra voluntad.
Ser injusto es la necesidad de ser maldito.
No entiendo que haya cieno allí donde debe haber corazón.
Sobre cimientos de cadáveres recientes y de ruinas humeantes no se levantan edificios de cordialidad y de paz.
Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.
Los pueblos no se unen sino con lazos de amistad, de fraternidad y de amor.
Imponerse es de tiranos.
Oprimir es de infames.
Sólo obrando con razón perfecta se decide la suerte de los pueblos.
Obedeciendo estrictamente a la justicia se honra a la patria.
Cobarde ha de ser quien por temor no satisfaga la necesidad de su conciencia.
El mejor ciudadano es el que cultiva una extensión mayor de tierra.
La Instrucción acaba lo que la Agricultura empieza.
La instrucción, abriendo a los hombres vastos caminos desconocidos, les inspira el deseo de entrar por ellos.
No teme a los gobernados quien les ense?a la manera de gobernar bien.
No puede deshacerse en pocos a?os el hondo mal en muchos a?os hecho.
La posibilidad de la exportación despierta el apetito del agricultor: la imposibilidad o dificultad, lo hace desconfiado y perezoso.
La venta es el premio del trabajo: los caminos que facilitan la venta son su estímulo.
Un progreso no es verdad sino cuando invadiendo las masas, penetra en ellas y parte de ellas.
Toda la buena voluntad de un gobernante sería inútil si no lo secundara con vigor e inteligencia la voluntad de los empleados.
Las épocas de reforma no permiten reposo.
Los apóstoles de las nuevas ideas se hacen esclavos de ellas.
El espectáculo de la riqueza excita el esfuerzo humano.
El genio poético es como las golondrinas: posa donde hay calor.
Para rendir tributo ninguna voz es débil.
Para ensalzar a la patria, entre hombres fuertes y leales, son oportunos todos los momentos.
Cuando en los hombres se encarna un grave pensamiento, un firme intento, una aspiración noble y legítima, los contornos del hombre se desvanecen en los espacios sin confines de la idea.
Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan.
Hasta los déspotas, si son hidalgos, gustan más del sincero y enérgico lenguaje que de la tímida y vacilante tentativa.
Por sensual queda en desuso la lírica pagana; y la cristiana, que fué hermosa por haber cambiado los humanos el ideal de Cristo, mirado ayer como el más peque?o de los dioses, y amado hoy como el más grande, acaso, de los hombres.
No hay obra permanente, porque las obras de los tiempos de reenquiciamiento y remolde son por esencia mudables e inquietas.
La elaboración del nuevo estado social hace insegura la batalla por la existencia personal y más recios de cumplir los deberes diarios que, no hallando vías anchas, cambian a cada instante de forma y vía, agitados del susto que produce la probabilidad o vecindad de la miseria.
El amor entona cantos fugitivos, mas no produce-por ser sentimiento culminante y vehemente, cuya sensación fatiga y abruma-obras de reposado aliento y laboreo penoso.
Parece profanación dar al Creador de todos los seres, y de todo lo que ha de ser, la forma de uno solo de los seres.
Una gran monta?a parece menor cuando está rodeada de colinas.
El genio va pasando de individual a colectivo.
La guerra, antes fuente de gloria, cae en desuso, y lo que pareció grandeza comienza a ser crimen.
La corte, antes albergue de bardos de alquiler, mira con ojos asustados a los bardos modernos, que aunque a veces arriendan la lira, no la alquilan ya por siempre, y aun suelen no alquilarla.
No hay accidente para el espíritu del hombre; no hay más que norte, coronado de luz.
La monta?a acaba en pico; en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al suelo; en copa el árbol; y en cima ha de acabar la vida humana.
La batalla está en los talleres; la gloria en la paz; el templo en toda la tierra; el poema en la naturaleza.
No hay más difícil faena que ésta de distinguir en nuestra existencia la vida pegadiza y postadquirida, de la espontánea y prenatural.
Se viene a la vida como cera, y el azar nos vacía en moldes prehechos.
Cuando la vida se asiente, surgirá el Dante venidero, no por mayor fuerza suya sobre los hombres dantescos de ahora, sino por mayor fuerza del tiempo.
?Qué es el hombre arrogante, sino vocero de lo desconocido, eco de lo sobrenatural, espejo de las luces eternas, copia más o menos acabada del mundo en que vive!
Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente, no sentida a las veces por el mismo en quien hace su obra canto, a la manera con que el Guadiana misterioso corre luengo camino calladamente por bajo de las tierras andaluzas.
Asegurar el albedrío humano; dejar a los espíritus su seductora forma propia; no deslucir con la imposición de ajenos prejuicios las naturalezas vírgenes; ponerlas en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada: ?he ahí el único modo de poblar la tierra de la generación vigorosa y creadora que le falta!
Las redenciones han venido siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y esenciales.
Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste, mientras no se asegure la libertad espiritual.
El primer trabajo del hombre es reconquistarse.
Urge devolver los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus sentimientos, acelera el despertar de sus sentidos y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso.
Sólo lo genuino es fructífero.
Sólo lo directo es poderoso.
Lo que otro nos lega es como manjar recalentado.
?Asesino alevoso, ingrato a Dios y enemigo de los hombres, es el que so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les ense?a un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática de amor, el evangelio bárbaro del odio!
Los buenos eslabones dan chispas altas.
Menguada cosa es lo relativo que no despierta el pensamiento de lo absoluto.
Todo ha de hacerse de manera que lleve la mente a lo general y a lo grande.
La filosofía no es más que el secreto de la relación de las varias formas de existencia.
La luz es el gozo supremo de los hombres.
La majestad evoca y pone en pie todo lo majestuoso.
La perfección de la forma se consigue casi siempre a costa de la perfección de la idea.
Se?álanse por sus desbordes y turbulencias las obras que arrancan derechamente de lo profundo de las almas magnas.
No hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza.
Nada mejor para agrandar y robustecer la mente que el estudio esmerado y la aplicación oportuna del lenguaje.
No han de ser los versos como la rosa centifolia, toda llena de hojas, sino como el jazmín del Malabar, muy cargado de esencias.
El verso, por dondequiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume.
Mas ni el vino mejora, luego de hecho, por a?adirle alcoholes ni taninos; ni se aquilata el verso, luego de nacido, por engalanarlo con aditamentos y aderezos. Ha de ser hecho de una pieza y de una sola inspiración, porque no es obra de artesano que trabaja a cordel, sino de hombre en cuyo seno anidan cóndores, que ha de aprovechar el aleteo del cóndor.
Caballo de paseo no gana batallas.
No está en el divorcio el remedio de los males del matrimonio, sino en escoger bien la dama y en no cegar a destiempo en cuanto a las causas reales de la unión.
En el pulimento no está la bondad del verso, sino en que nazca alado y sonante.
No se dé por hecho el verso en espera de acabarle luego, cuando aún no esté acabado; que luego se le rematará en apariencia, mas no verdaderamente ni con ese encanto de cosa virgen que tiene el verso que no ha sido sajado ni trastrojado.
Cuando el verso quede por hecho ha de estar armado de todas armas, con coraza dura y sonante, y de penacho blanco rematado el buen casco de acero reluciente.
Quien va en busca de montes, no se detiene a recoger las piedras del camino.
Han de podarse de la lengua poética, como del árbol, todos los reto?os entecos, o amarillentos, o mal nacidos, y no dejar más que los sanos y robustos, con lo que, con menos hojas, se alza con más gallardía la rama, y pasea en ella con más libertad la brisa y nace mejor el fruto.
Pulir es bueno, mas dentro de la mente y antes de sacar el verso al labio.
El verso hierve en la mente como en la cuba el mosto.
Saluda el sol y acata al monte.
?Quién no sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo?
La imperfección de la lengua humana para expresar cabalmente los juicios, afectos y designios del hombre, es una prueba perfecta y absoluta de la necesidad de una existencia venidera.
El eco en el alma dice cosa más honda que el eco del torrente.
La vida humana no es toda la vida.
La tumba es vía y no término.
La mente no podría concebir lo que no fuera capaz de realizar.
La muerte es júbilo, reanudamiento, tarea nueva.
La vida humana sería una invención repugnante y bárbara si estuviera limitada a la vida en la tierra.
Del sufrimiento, como el halo de la luz, brota la fe en la existencia venidera.
El dolor conforta, acrisola y esclarece.
?Qué es el poeta sino alimento vivo de la llama con que alumbra?
Más bella es la naturaleza cuando la luz del mundo crece con la de la libertad; y va como empa?ada y turbia, sin el Sol elocuente de la tierra redimida, ni el júbilo del campo, ni la salud del aire, allí donde los hombres, al despertar cada ma?ana, ponen la frente al yugo, lo mismo que los bueyes.
Tienen los pueblos, como los hombres, horas de heroica virtud, que suelen ser cuando el alma pública, en la ni?ez de la esperanza, cree hallar en sus héroes, sublimados con el ejemplo unánime, la fuerza y el amor que han de sacarlo de agonía; o cuando la pureza continua de un alma esencial, despierta, a la hora misteriosa del deber, las raíces del alma pública.
Suele el hombre en los grandes momentos, cuando lo pone por las alturas la nobleza ajena o propia, perder, con la visión de lo porvenir, la memoria minuciosa de lo presente.
Sombra es el hombre, y su palabra como espuma, y la idea es la única realidad.
Sólo ve la luz de un rostro la mujer de repente enamorada.
Las reformas, como el hombre mismo, tienen entra?as de justicia y veleidades de fieras.
Lo justo, a veces, por el modo de defenderlo, parece injusto.
En lo social y político acontece, como en las querellas de gente de mar y de suburbio, que el pu?al de ancha hoja con que dirimen sus contiendas de honra, da a éstas semejanza de delito.
De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno; y de tan tremendo modo, que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia.
La mente humana, artística y aristocrática de suyo, rechaza a la larga y sin gran demora, a poco que se la cultive, cuanta reforma contiene elementos brutales e injustos.
La educación suaviza más que la prosperidad: no esa educación meramente formal, de escasas letras, números dígitos y contornos de tierras, que se da en escuelas demasiado celebradas y en verdad estériles, sino aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres, que revela a éstos los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren, la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente.
Por educación se ha venido entendiendo la mera instrucción, y por propagación de la cultura la imperfecta y morosa ense?anza de modos de leer y de escribir.
Definir es salvar.
La verdad, una vez despierta, no vuelve a dormirse.
El espíritu, más vasto que el mar, ni se seca ni se evapora, ni cesa de querer, ni ceja en lo que quiere; y puesto a la conquista de un derecho, mina, como la ola salada del mar mina las rocas, esos derechos de convención fortalecidos por los siglos, y acorazados por pechos que el amor al lujo y el desentendimiento criminal de los dolores ajenos petrifica.
Todos los árboles de la tierra se concentrarán al cabo en uno, que dará en lo eterno suavísimo aroma: ?el árbol del amor-de tan robustas y copiosas ramas, que a su sombra se cobijarán sonrientes y en paz todos los hombres!
Otro manda, y nosotros andamos.
Cuando una fruta se corrompe, hay que dejarla corromper de un todo, para que con sus acres residuos abone la tierra y salga de ella fruta sana y nueva.
Los pueblos son masas enormes, que de sí propios se mueven, brillan como relámpagos, despréndense como avalancha, desátanse e incendian como el rayo, y cuando dejan caer el alma a sus pies, mientras que arteros envenenadores les llevan a los labios copas henchidas de mieles letárgicas, y joyeros complacientes les llenan el cuerpo femenil de joyas, y descuidadas mozas los coronan de flores, y laxan con besos, ?pesan, ay! los pueblos, como rocas, o como cadáveres.
Como cuerpos que ruedan por un plano inclinado, así las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan a logro.
Una idea justa que aparece, vence.
La herencia estimula a la holganza, al egoísmo y al vicio.
La dote lleva como de la mano la desventura de la mujer y el rebajamiento del hombre.
?Quién no ha sentido, una vez al menos en la vida, el beso del Apóstol en la frente, y en la mano la espada de batalla?
Quien quiere triunfar en la tierra, ?ay! no ha de vivir cerca del cielo.
La victoria está hecha de cesiones.
La reacción se extrema siempre en el mismo grado en que se extrema la acción que la provoca: a acción justa, reacción nula; a acción medianamente justa, reacción lenta y blanda; a acción extremadamente injusta, reacción febril y exagerada.
La revolución quiere alas; los gobiernos pies.
Como cada pensamiento trae su molde, cada condición humana trae su expresión propia.
Sobre la tierra no hay más que un poder definitivo; la inteligencia humana.
El derecho mismo, ejercitado por gentes incultas, se parece al crimen.
Los hombres fuertes que se sienten torpes, se abrazan a las rodillas de los hombres inteligentes, como Hércules montuoso a las rodillas mórbidas de Omphala.
La inteligencia da bondad, justicia y hermosura: como un ala, levanta el espíritu; como una corona, hace monarca al que la ostenta; como un crisol, deja al tigre en la taza y da curso feliz a las águilas y a las palomas. Del pu?al hace espada; de la exasperación, derecho; del gobierno, éxito; de lo lejano, cercanía.
Al resplandor del derecho, el abuso ceja, como ruin galancete ante el enojo de una dama pura.
Si el derecho se echa encima manto de ira, los mismos que el derecho reconocen se alzarán contra él tristemente, como padre que ata a su hijo loco.
Quien intenta triunfar, no inspire miedo: que nada triunfa contra el instinto de conservación amenazado.
Quien intenta gobernar, hágase digno del gobierno, porque si, ya en él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigos sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros.
La victoria no está sólo en la justicia, sino en el momento y modo de pedirla; no en la suma de armas en la mano, sino en el número de estrellas en la frente.
En toda palabra ha de ir envuelto un acto.
La palabra es una coqueta abominable, cuando no se pone al servicio del honor y del amor.
Prever es el deber de los verdaderos estadistas.
Dejar de prever es un delito público.
Lo que importa no es que nosotros triunfemos, sino que nuestra patria sea feliz.
?Para qué se es hombre honrado, para qué se es hijo de un pueblo, sino para tener gozo en padecer por él, y en sacrificarle hasta las mismas pasiones grandiosas que nos inspira?
Los libros suelen estorbar para la gloria verdadera.
?La tiranía no corrompe, sino prepara!
?Qué cólera la de un pueblo forzado a acorralar su alma!
El que vive de la infamia, o la codea en paz, es un infame.
Ver en calma un crimen, es cometerlo.
No hay más que una gloria cierta, y es la del alma que está contenta de sí.
El vil no es el esclavo, ni el que lo ha sido, sino el que vió este crimen, y no jura, ante el tribunal certero que preside en las sombras, hasta sacar del mundo la esclavitud y sus huellas.
Si entre los cubanos vivos no hay tropa bastante para el honor, ?qué hacen en la playa los caracoles, que no llaman a guerrear a los indios muertos!
Dos clases de hombres hay: los que andan de pie, cara al cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre los que viven sacándose la carne, por pan más o pan menos, a dentelladas, y levantándose, por ir de sortija de brillante, sobre la sepultura de su honra: y otra clase de hombres, que van de hinojos, besando a los grandes de la tierra el manto.
Cuando la grandeza no se puede emplear en los oficios de caridad y creación que la nutren, devora a quien la posee.
?Pesan mucho sobre el corazón del genio honrado las rodillas de todos los hombres que la doblan!
Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre.
Cuando se escribe con la espada en la historia, no hay tiempo ni voluntad para escribir con la pluma en el papel.
El hombre es superior a la palabra.
Las etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuoso, sino por sus instantes de rebelión.
Los hombres que ceden no son los que hacen a los pueblos, sino los que se rebelan.
El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, que es desaparecer: no cede jamás a quien se le humilla.
Los pueblos, como las bestias, no son bellos cuando, bien trajeados y rollizos, sirven de cabalgadura al amo burlón, sino cuando de un vuelco altivo desensillan al amo.
Un pueblo se amengua cuando no tiene confianza en sí: crece cuando un suceso honrado viene a demostrarle que aún tiene entero y limpio el corazón.
El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol.
En este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan antes que todo su propio interés, bien sea el de su vanidad, o el de su soberbia, o el de su peculio:-ni hay más que una raza superior: la de los que consultan, antes que todo, el interés humano.
Sagrado es el que, en la robustez de la vida, con el amor a la cabecera de la mesa cómoda, echó la mesa atrás, y los consejos del amor cobarde, y sirvió a su pueblo, sin miedo a padecer ni a morir.
No es poeta el que echa una hormiga a andar, con una bomba de jabón al lomo... sino el que de su corazón, listado de sangre como jacinto, da luces y aromas.
Por la tierra hay que pasar volando, porque de cada grano de polvo se levanta el enemigo, a echar abajo, a garfio y a saeta, cuanto nace con ala.
El dolor delicado y continuo, por donde el hombre se conoce y ennoblece, acendra y eleva el espíritu que se abraza a él como a la verdadera salvación, y la cruz que ensangrentó los hombros viene a ser el áncora con que el alma despercudida se clava al puerto eterno.
Es más propio del hombre, aunque no lo parezca, el derramar consuelos que el recibirlos.
Todo está dicho ya; pero las cosas, cada vez que son sinceras, son nuevas.
Confirmar es creer.
Lo que hace crecer el mundo no es el descubrir cómo está hecho, sino el esfuerzo de cada uno para descubrirlo.
El que saca de sí lo que otro sacó de sí antes que él, es tan original como el otro.
Dígase la verdad que se siente, con el mayor arte con que se pueda decirla.
La emoción en poesía es lo primero, como se?al de la pasión que la mueve, y no ha de ser caldeada o de recuerdo, sino sacudimiento del instante, y brisa o terremoto de las entra?as.
Lo que se deja para después es perdido en poesía, puesto que en lo poético no es el entendimiento lo principal, ni la memoria, sino cierto estado de espíritu confuso y tempestuoso, en que la mente funciona de mero auxiliar, poniendo y quitando, hasta que queda en música, lo que viene de fuera de ella.
En poesía, como en pintura, se ha de trabajar con el modelo.
Sin emoción se puede ser escultor en verso, o pintor en verso; pero no poeta.
No está el arte en meterse por los escondrijos del idioma, y desparramar por entre los versos palabras arcaicas o violentas; ni en deslucirle la beldad natural a la idea poética poniéndole de tocado, como a la novia rusa, una mitra de piedras ostentosas; sino en escoger las palabras de manera que con su ligereza o se?orío aviven el verso o le den paso imperial, y silben o zumben, o se arremolinen y se arrastren, y se muevan con la idea, tundiendo y combatiendo, o se aflojen y arrullen, o acaben, como la luz del sol, en el aire incendiado.
Cada emoción tiene sus pies, y cada hora del día; y un estado de amor quiere dáctilos, y anapestos la ceremonia de las bodas, y los celos quieren ambos.
Un juncal se pintará con versos leves, y como espigados, y el tronco de un roble con palabras rugosas, retorcidas y profundas.
En el lenguaje de la emoción, como en la oda griega, ha de oirse la ola en que estalla, y la que le responde, y luego el eco.
En el aparato no está el arte, ni en la hinchazón, sino en la conformidad del lenguaje y la ocasión descrita, y en que el verso salga entero del horno, como lo dió la emoción real, y no agujereado y sin los perfiles, para atiborrarlo después, en la tortura del gabinete, con adjetivos huecos, o remendarle las esquinas con estuco.
Este arte de los tonos en poesía no es nada menos que el de decir lo que se quiere, de modo que alcance y perdure, o no decirlo.
Los a?os que se pasan lejos del suelo nativo son a?os muy largos.
El verdadero hombre no mira de qué lado se mira mejor, sino de qué lado está el deber.
El que haya puesto los ojos en las entra?as universales, y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber.
Las palabras deshonran cuando no llevan detrás un corazón limpio y entero.
Las palabras están de más, cuando no fundan, cuando no esclarecen, cuando no atraen, cuando no a?aden.
Un pueblo que entra en revolución no sabe de ella hasta que se extingue o la corona.
Pensar es abrir surcos, levantar cimientos y dar el santo y se?a de los corazones.
El triunfo es de los que se sacrifican.
El hombre se deshonra cuando deshonra a los demás.
El hombre de actos sólo respeta al hombre de actos.
El que se ha encarado mil veces con la muerte, y llegó a conocerle la hermosura, no acata, no puede acatar, la autoridad de los que temen a la muerte.
El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción: vencido y despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al puente, y monte.
No se sabe cuáles sean las ambiciones más funestas para un país que no ha comenzado aún a nacer, si los militares o los civiles.
Con los pueblos sucede como con lo demás de la naturaleza, donde todo lo necesario se crea a la hora oportuna, de lo mismo que se le opone y contradice.
?Levanten el ánimo los que lo tengan cobarde!: con treinta hombres se puede hacer un pueblo.