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La idea que Andrés había formado, por rumores y conjeturas más que por experiencia, del meloso D. Jaime, era la adecuada. El entendimiento escaso, la conciencia turbia, los apetitos despiertos, la condición mansa y peligrosa como la del agua detenida. Su padre le había embarcado a los catorce a?os entre otros cuantos millares de ovejas humanas que